jueves, 26 de febrero de 2009

Clandestinos

La policía ha descubierto un hotel clandestino escondido detrás del armario de un restaurante chino en Fuenlabrada. Esperpento internacional con humillantes efectos colaterales.

Paréntesis

En la vida no hay nada mejor que un buen paréntesis. Me refiero a acercarse a la mesa de tu ex jefa, la diablesa vestida de Prada (y de gorra), ponérselos de corbata, sentirte como el llanero solitario en busca de su Edén, y hacer rápidamente las maletas rumbo a San Francisco. Como tengo 35 años y un apartamento cuantiosamente hipotecado, hace ya 6 años que vivo en Madrid con tentaciones esporádicas de huída. Lo único que me detiene es imaginarme, pensarme, sentirme al día siguiente, alone again, frente al Golden Gate. 24 horas después de cumplir el sueño.

Hamlet

"Podría estar encerrado en una cáscara de nuez y sentirme rey de un espacio infinito, si no tuviera sueños tan oscuros”. (Hamlet)

miércoles, 25 de febrero de 2009

Ángeles

A veces hay personas que, más que romper el círculo, lo reinventan. Esta historia me la contó Verónica y se parece tanto a la ficción que es pura realidad.

Hace 10 años Verónica se fue a Roma a pasar cinco días de amor con su pareja. Era la prueba de fuego. Hacia pocas semanas que habían empezado a vivir juntos, se planteaban tener un niño, rozaban la treintena. Verónica no había salido nunca con ningún otro hombre que no fuese Miguel. Creció muy tarde, fue niña durante mucho tiempo. Desde hacía 4 años, su vida era él. Aunque en un principio Miguel se había resistido, poco a poco las cosas se asentaron. Primero una promesa de fidelidad, después una relación estable, más tarde el apartamento, ahora el paso definitivo, un bebé. Verónica había ido a Roma dispuesta a todo, la idea de concebir a su hijo en Italia le atraía y Miguel estaba prácticamente convencido.

Aquella primera noche en el hotel, ella tomó la iniciativa. El amor surgió de manera fácil, como siempre entre los dos, pero Miguel enseguida paró. Se volvió pálido, se sentó en la cama, no podía hablar. Sudaba Miguel. No le miró a los ojos cuando le explicó que no la quería lo suficiente, que no estaba preparado para ser padre, que no era feliz en el pequeño apartamento de la Ciudad del Norte, que se ahogaba. “Me importas”, le dijo, “pero dudo. No quiero perderte”.

Verónica permaneció quieta unos segundos, pensó por un momento que iba a desmayarse pero se controló. Una serpiente de ojos verdes, oscura como la noche, se arrastraba pesadamente por su estómago. Cogió el bolso, se vistió con el vaquero del día anterior y la única camiseta de tirantes que aún quedaba en la maleta. Cerró sin ruido la puerta del hotel, sin escuchar a Miguel, que la llamaba. Cuando llegó a la calle caminó sin rumbo durante dos horas, se perdió. No lloraba. La serpiente y el miedo se lo impedían. No sabía qué hacer. En aquella época sin teléfonos móviles ni euros comunitarios, la cabeza le daba vueltas y su voluntad había desaparecido. Se sentó en el escalón de piedra de un portal. Debían ser las 12, la 1 o las 2 de la mañana. Vomitó sin lágrimas. Pensó cómo hago ahora para seguir viviendo. Cerró los ojos.

Fue entonces cuando apareció nuestro hombre sin nombre, el que más que romper el círculo lo reinventó. Se acuclilló a su lado y le habló muy suave. Verónica no entendía italiano pero aquella frase era sencilla de comprender. “Tutti siamo angeli, anche tu sei un angelo”. Abrió los ojos. El hombre tendría 50 o 60 años, era un vagabundo con un olor muy fuerte. No le importó. Su rostro era bondadoso y sus palabras le obligaron a reaccionar. “También tú eres un ángel”. Del bolsillo de su chaqueta roída sacó una caja, la abrió, juntó las manos de Verónica y dejó caer en ellas todo su contenido, unas cuantas monedas y billetes, las liras suficientes como para coger un taxi y volver al hotel.

Hechizo de luna

“El amor no es como nos lo contaron. No hace que todo sea hermoso, lo echa todo a perder, te parte el corazón, lía todas las cosas. No estamos aquí para hacer que todo sea perfecto: los copos de nieve son perfectos, las estrellas son perfectas. Nosotros no. Estamos aquí para echarnos a perder y para partirnos el corazón, para amar a la gente que se equivoca y para morir”. Nicolas Cage, “Hechizo de luna”.

lunes, 23 de febrero de 2009

Cócteles margarita

El mundo se desmorona, los ministros dimiten aquí y se suicidan allá, el sistema bancario aprende códigos Morse de S.O.S, el hambre se multiplica y la ayuda se esconde en el subsuelo, junto a la solidaridad. Vuelve el miedo, la recesión, el racismo, el recelo.

Y yo aquí, sentada delante del cielo mientras la ciudad no duerme, con esta maravillosa habilidad para hacer cócteles margarita.

María, un cuento

María siente desde hace un mes un dolor pequeño pero intenso, in crescendo, en una de las costillas de su cuerpo menudo y frágil, en el lado izquierdo. A pesar de que dos médicos y varias radiografías han establecido un diagnóstico claro -fisura de un pequeño cartílago cercano al esternón- María sigue convencida de que en realidad le duele el corazón. Los Ibuprofenos ayudan, pero no impiden. La energía de los chacras, el Reiki y el poder mental alivian, pero no impiden.

Un reencuentro doloroso y una despedida tuvieron la culpa. Au revoir, Michel, au revoir, el dedo de Jean Paul Belmondo bajando de sus labios a los ojos de María, que no quería ver la realidad, al final de la escapada, al final del viaje.

Desde entonces imagina su corazón, se desdibuja y se desdobla María. Lo coge con cariño entre sus manos y le susurra palabras dulces. Sabe que sólo cuando sea capaz de cerrar la pequeña herida roja del ventrículo derecho, dejará de doler. Por eso le anima y le consuela.

Mientras tanto su médico, el doctor Fregato, ajeno a la poesía, le pide esfuerzo y memoria. “Seguro que te diste un golpe físico, tienes que acordarte”.

jueves, 19 de febrero de 2009

Fantasmas

Es sabido que enamorarse de un fantasma es mucho más fácil que querer a un hombre que se lava los dientes en el baño de al lado todas las mañanas. Mi adicción a este tipo de historias empezó a los 12 años. Él se llamaba Txema, aunque al principio no tenía nombre. Era sólo un adolescente desgarbado que tocaba el piano en el Conservatorio de la Ciudad del Norte. Luego siguieron otros especimenes allende las fronteras. Mi conclusión es la siguiente. Para las mujeres con síndrome de Peter Pan, los hombres tipo estrella fugaz son la pescadilla que se muerde la cola. Como nunca están, nunca defraudan. Como nunca defraudan, es difícil dejar de quererles. Como nunca dejas de quererles, su sombra efímera es más larga que los cipreses, se perpetúa en infinidad de árboles que no dejan ver el bosque. Son mentira, son peligrosos, son un signo de inmadurez. Pero se parecen tanto al amor que es difícil darles la espalda. Hace falta fuerza de voluntad y alguna que otra bofetada, aunque yo siempre pongo la otra mejilla con la esperanza de que me besen de nuevo. Para que todo vuelva a empezar.

lunes, 16 de febrero de 2009

Obama

"El cambio no llegará si esperamos a otra persona o a otra época, porque somos nosotros a quienes hemos estado esperando, nosotros somos el cambio que buscamos". (Barak Obama, conectadísimo con la era Acuario).

Soñadores

«Son malos tiempos para los soñadores», que diría la dependienta de un Sex Shop en el París de Amelie. Pero parece que tampoco son muy buenos para invertir en bolsas sin fondo, pedir hipotecas, divorciarse o leer a Prévert. Como yo sigo sin conectar con esta era pajarera en la que vivimos, aunque hayamos entrado en el año de Acuario (mi signo), sigo soñando con encontrar un hombre decimonónico que me ame literariamente. Los voluntarios, que enseñen la patita por debajo de la puerta con valentía. O que cayen para siempre.

Paradojas

- Tienes los ojos cambiantes- le dijo él.
- Tengo los ojos miméticos- concedió ella- verdes, azules, grises o marrones. Según la luz, según el jersey con el que se me mire, según el momento del día o la estación del año o la década vital. Reivindico mis paradojas.
- Tus paradojas empiezan por tus ojos.
- Y terminan en el mar, a ser posible.

lunes, 9 de febrero de 2009

Una conquista

Estoy cansada esta tarde de frío en la ciudad del Norte. Estoy cansada pero me doy cuenta de que este momento, este lunes de vacaciones en mitad de la nada, frente a este ordenador, mientras la noche y el invierno se cuelan por la ventana de la casa donde nací, hoy, sola, ahora, estos segundos, nunca jamás se repetirán. Ni esta sensación de libertad.

Sé que nadie me espera en ningún sitio, sé que nadie me necesita desesperadamente ni yo necesito la presencia de nadie para narrarme. Por fin. Aleluya. Nadie me lee. Silencio. Este sentimiento se parece, de pronto, mucho a la felicidad. La levedad del ser es maravillosamente soportable. Quizás, después de todo, la no maternidad a los 35 años no sea un fracaso femenino. Tal vez pueda ser, hoy, esta noche, frente a la ventana, con las sombras de mis hermanas milenarias trazándome el camino, una conquista. Tal vez es el final de la búsqueda, Eva Luna en la ciudad del Norte.

Soy lo que quiero. Puedo tenerlo todo.

sábado, 7 de febrero de 2009

Revolutionary Road

Ayer fui a ver "Revolutionary Road". Tenía muchas ganas, hacía tiempo que buscaba la tarde perfecta y no la encontraba. Sabía que iba a ser dura, no sabía que tanto. "The hopeless emptiness", esas dos palabras se me han quedado pegadas dentro y me cuesta deshacerme de ellas. "El vacío irremediable y sin esperanza" en mitad de América pero podría ser Madrid. El momento. Esos segundos en los que el mundo se detiene y ves claro dentro y fuera, como si los huesos y los músculos se hubieran convertido en cristal, y las paredes de casa se volviesen transparentes. El instante de lucidez. El momento perfecto donde el sueño parece tangible, viable y posible, y se lleva el deseo a la acción. El minuto, el día o la hora sagrada en la que te atreves.

Esos segundos de perfecta claridad, ¿son necesariamente pasajeros? ¿Son mentira, son verdad? ¿Se puede vivir aferrándose a eso? ¿Se debe?

viernes, 6 de febrero de 2009

Carta Astral

Mi Casta Astral dice lo siguiente (abstenerse descreídos y mentes tipo pasillo de tren):

"Te gusta ser libre y no soportas la rutina ni las limitaciones de la vida cotidiana. Eres muy curiosa y te sientes atraída por todo lo especial, distinto o misterioso. Te entusiasman los viajes, las aventuras y la posibilidad de conocer gente y lugares nuevos. Tu vida estará llena de cambios y sorpresas, algunas de ellas serán programadas y otras totalmente fortuitas. Eres una persona muy creativa que siempre pone su toque personal en cada cosa que hace. Tienes capacidad para inventar, transformar y cambiar tu entorno. Tu estilo será siempre impredecible como así también el rumbo de tu vida. Itziar , naciste para cambiar el mundo a tu alrededor".

¿Qué se hace con un diagnóstico como éste? Pintarse de negro los ojos, acortarse la falda, cerrar la puerta de la calle y apoyarse en la espalda de la noche, esperando el mejor momento para recomenzar la huída.

Renacimiento, un cuento

Los viernes por la tarde le gusta sumergirse en la bañera de casa, encender una vela encerrada en un vaso de cristal, poner un poco de música y ahogarse en jabón. Así siente que exorciza la vida y que, poco a poco, la semana se diluye. Es su momento. Es su Renacimiento. Cada fin de semana.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Una frase

All right, then, I'll go to hell. (Las aventuras de Huckleberry Finn, Mark Twain. 1885)

Romper el círculo

Ahí va una teoría y hasta una obsesión. Se me ocurrió viendo la película “El intercambio”. Sí, ésa, la primera en la cola de los Oscar, la de Clinty y Angelina y el niño perdido que nunca apareció. Mientras chapoteaba angustiada en la historia, vi clara la opresión de los círculos y la importancia de romperlos, de ser la persona que, cuchillo en mano, se carga la línea curva, sopla el humo hasta deshacerlo, suelta la mano del corro de la patata, deshace la cadena. Esos pequeños gestos de valentía cotidianos que reconcilian al mundo con lo que podría ser. Pongo algunos ejemplos sobre lo que quiero decir.


- Romper el círculo es acercarse a hablar , delante de toda la oficina, con esa compañera amiga de nadie, a la que están apunto de despedir, la de los comentarios seguidos por largos silencios. Y felicitarle por su trabajo.
- Romper el círculo es ser la primera en descojonarse del traje nuevo del emperador.
- Romper el círculo es señalar la mancha negra en el vestido blanco, aunque sea mucho más cómodo ignorar que exite.
- Romper el círculo es ver una serpiente comiéndose un elefante en lugar de un sombrero.
- Romper el círculo es coger a un ex novio de la mano, sentarle frente a ti encima del edredón granate de la cama, mirarle a los ojos, respirar hondo, olvidar tres meses de palabras a medias y tirarse en plancha a la verdad: “Esto es lo que hay. Todavía te quiero”.

martes, 3 de febrero de 2009

Un poema

Cuando te vayas construiré en mi imaginación un camino muy largo
terroso pero estrecho como los de los cuentos o las hadas
para imaginarme que
en los momentos de insoportable ausencia
podré coger mi bolso viejo
llenarlo con el cepillo de dientes y un libro lunar
y adentrarme en él horas y horas hasta encontrarte.

Leo, un cuento

¿Tienes tiempo para una historia de perlas, arena y deseos de maternidad?

Verás, en París, durante los últimos 6 meses de mi estancia, cuidaba a un niño de cinco años insoportable que se llamaba Roland. El trato era que yo le iba a buscar al colegio a las 5 p.m., le aguantaba dos horitas, y a cambio sus padres no me cobraban el alquiler de un pequeño cuarto independiente en el último piso del edificio, Boulevard Filles du Calvaire, muy cerca de République y 20 minutos andando del Marais, mi barrio favorito.

Por las mañanas conseguí un trabajo de semi traductora en una empresa francesa pijísima (La Royal Edition) Avenue de la Grande Armée. Lo conseguí gracias a una de las mujeres más bellas que he conocido nunca, una modelo alemana que me quería mucho, estudiaba conmigo civilitation francaise en La Sorbonne y yo creo que hasta le gustaba, porque mi tristeza post amor perdido era gigante, y a pesar de todo y de su superficialidad, Nicole me buscaba para salir, fiestas, no se daba nunca por vencida.

El caso es que en Semana Santa yo quería volver a España, necesitaba mi tierra y me moría, como siempre por aquella época, de tristeza. Dominique, la mamá de Roland, me propuso un trato. Ella me daba diez días de vacaciones si después yo acompañaba a Roland y a sus tres primitos a la casa de la abuela, en un pueblo como a dos horas en tren de París llamado Provin. Acepté inmediatamente. Recuerdo todavía mi sensación de mundo blu, azul y triste, cuando regresé de España y directamente, mochila y todo, conseguí un tren de lejanías destino Provin.

Provin es un pueblo medieval de cuento, muy francés, dibujado por casas de piedra, jardines llenos de buganvillas y hortensias, la plaza central rodeada de pequeños barecitos y tiendas, y una gran iglesia gótica. La casa de los abuelos era gigante y al mismo tiempo muy acogedora, y ellos pertenecían a esa clase media francesa un poquito intelectual, heredera de transgresiones que ya cumplieron muchos años.

Me cautivaron desde el principio. Tenía mi propio cuarto en la parte alta de la casa, con una ventana desde la que se veían las estrellas de un mes de abril ya casi mayo frío y soleado.

Los abuelos vivían solos en la casa durante el invierno, y en Semana Santa y en verano acogían a sus nietos como un maravilloso paréntesis de vida. Ella se llamaba Monique y él Martin ( era mi favorito el abuelo, silencioso y bueno). Cada uno tenía su propio dormitorio decorado según criterios tan diferentes como ellos mismos: Martin lleno de libros de derecho y de historia (había sido abogado), sobrio y de madera, con grandes barcos encerrados en grandes botellas de cristal, y Monique luminosa la habitación, de colores pastel, mariposas, flores de fantasía y mantas de lana.

Cuando llegué era lunes por la mañana y me presentaron a los primos de Roland mientras éste andaba en pleno ataque de celos parce que María est seulement pour moi, elle ne doit pas garder d´autres enfants. Los primos eran tres hermanos: el mayor se llamaba Julian, tenía siete años, y era un niño guapísimo, educado, sensible, encantador… de esos que casi no existen y que contados resultan irreales. La más peque se llamaba Lily, y para describirla hay que cerrar los ojos e imaginarse una preciosa bebita de un año y medio, con la cara redonda y la piel oscura y unos ojos marrones enormes.

Leo, el pobrecito mío, en mitad de aquellos hermanos tan espectaculares, era un enfant tímido y feíto de tres años, con el pelo castaño y los ojos llenos de arrugas. Un pequeño viejecín recién aterrizado a la vida, escuchimizado, con problemas todavía para pronunciar algunas palabras, muy bajo de estatura, un marcianito herido… Leo tenía además varios traumas. Se hacía pipí en la cama y en la ropa, y a veces lloraba sin motivo alguno, no tenía amigos en el cole, los niños se reían de él.

Sus papás le habían llevado al psicólogo, que les había confirmado lo obvio. El pobrecito Leo, entre la brillantez de su hermano mayor y la belleza de Lily, se sentía desplazado, se sentía inferior y no sabía qué papel ocupar en su familia o en su vida. Pobrecito Leo era un niñito invisible e ignorado.

Supongo que ya ha quedado claro que Leo y yo nos enamoramos inmediatamente el uno del otro, aunque yo intentaba disimularlo sobre todo por Roland, insoportable pero buhardilla gratis en París. Y voilà que Leo mejoró un poco esa semana, supongo que notaba que en aquel pequeño microcosmos de Provin él sí contaba, intuía todo mi amor.

La paz de Provin fue gigantesca, fue una barrera en mi vida, la intuición de un futuro que espero que algún día se haga realidad. Todas las mañanas desayunábamos juntos Monique, Martin y los niños, y después jugábamos un rato en el jardín. Yo leía Prévert y las “Memoires d´ Hadriano” tomando el sol en el jardín mientras mis hombres se peleaban y corrían por todas partes. Generalmente después de comer salíamos a pasear por el pueblo, ellos con las bicicletas y Monique y yo con Lily caminando. Por las noches veíamos películas tumbados en la cama gigantesca de la abuela y un día nos asomamos al jardín para ver el paso rapidísimo de un cometa. Leo llevó a su osito Lou parce que Lou aussi il veut voir les étoiles, María, Lou aime les étoiles.

Muchas noches se quedaba dormido en mis brazos y después tenía que acompañarle a su camita, arroparle, quitarle el dedo de la boca que siempre se chupaba, tan tímido e inseguro. Fue muy triste separarme de él, y además después de aquello casi no le vi por culpa de Roland insoportable que estaba celosísimo de sus primos.

Pero lo recuerdo perfectamente. A ver, esto fue hace 12 años, así que ahora Leo debe tener ya 15 años. Ojalá el psicólogo le ayudara y le hiciera más fuerte, más capaz para esta vida que a veces parece una guerra. Leo era una de esas personas que yo defino así: una perlita equivocada, un error del destino que cuela arena en una concha y crea de pronto un ser lindo, frágil y no apto para lo concreto, lo práctico, la vida.