jueves, 29 de octubre de 2009

Se fue

Al principio casi no se notó. Las mañanas y las tardes se deslizaban sin dramas en el agujero negro del tiempo: el trabajo, un café con un amigo, un partido de fútbol, una pinta de cerveza negra en el pub irlandés, una tarde un poco triste y una noche eufórica. Al principio le pareció que ella no se había ido del todo. Siguió durmiendo en su lado de la cama y dejando vacíos los dos o tres cajones del armario en los que antes se desordenaba la ropa de ella. Escribió una lista de renuncias, ocho años de matrimonio dan para mucho, pensó. Pero tachó imposibles, se sinceró con sus ganas y sus desganas, y observó con atención los cinco únicos deseos de su soltería:

- Ver al Inter en Milán.
- Intentar acostarme con Mireia.
- No hacer nunca la cama.
- Cenar comida basura todas las noches.
- Contratar el Plus.

Le pareció insuficiente. Llamó a su mujer. Estaba comunicando.

viernes, 23 de octubre de 2009

Let it go

Es difícil dejar que las cosas se vayan.

Dejar que el verano se acabe, que el año se despida delante del televisor, con el champagne en la mano, que se pasen los 25 y luego también los 30, que una amiga se vuelva a Londres y otra a Singapur. Que te escriban un correo desde las profundidades del pasado y ya no duela. Que el amor se vuelva invisible. Que la euforia desaparezca, que el mar disminuya, que una película increíble se acabe, que los paréntesis se cierren, que el recuerdo de tu madre se borre cada vez un poco más, con sus ojos color miel y su vestido amarillo y negro. Que la rutina se rompa y también que los cambios se interrumpan. Que los bebés empiecen a ser niños.

El zen dice: el secreto está en el agua. Observa, vive, sumérgete, déjalo marchar. No te aferres, no pelees, no luches. Míralo pasar.

Pero no hay nada más difícil que dejar que alguien se vaya, con todo el dolor del corazón, sin zancadillas del alma, sin tristeza, sin súplicas, sin intentar retenerle. Decirle: Sigue tu camino.

Y después nada más, meter su toalla en la lavadora y vestirte para coger el autobús de las 9.

Despedidas

- No quiero que te vayas.

En el peor momento a Marina le salió esta frase, casi sin querer, y después no pudo dejar de decirla, mientras el metro llegaba, se iba y volvía a llegar. Sentía que estaba repitiendo una conversación tan vieja como el mundo. El hombre parte, la mujer suplica. Sentía que no tenía derecho. Sentía que se iba a arrepentir. Sentía que estaba bombardeando los cimientos de las ruinas de un comienzo. Sentía que estaba sola en el drama. Sentía que tenía que dejar de hablar, “por favor, basta ya”, sentía que no quería ser esa mujer, la memoria de todas las otras, la voz de la prehistoria. Sentía que no podía resistir una despedida más. Sentía que era culpable.

- No quiero que te vayas. No quiero que te vayas.

martes, 13 de octubre de 2009

Palabras cruzadas

- ¿Por qué eres periodista?
- Porque la vida me produce muchísima curiosidad.
- ¿Qué es la curiosidad?
- La búsqueda del otro lado del espejo.
- ¿Cómo funciona?
- Abres una puerta, entras, miras, encuentras otra puerta. Abres, descubres, encuentras otra puerta....
- ¿Hasta cuándo?
- Para siempre. Las búsquedas no se terminan, se encadenan.

martes, 6 de octubre de 2009

Love, actually

- Toc toc
- ¿Quién es?
- Soy el amor.
- ¿A qué vienes?
- A buscarte.
- ¿Para qué?
- No lo sé
- ¿Cuándo?
- Ahora.
- ¿Por qué a mí?
- Porque así me lo dijeron.
- ¿Qué me ofreces?
- Incertidumbre
- ¿Hasta cuándo?
- No lo sé.
- ¿Alguna promesa de felicidad?
- Alguna.
- ¿Seguridades?
- ¿Es que no me escuchaste? Soy el amor.
- ¿Contraprestaciones?
- Ninguna.
- ¿Efectos secundarios?
- Casi todos.
- ¿Hasta dónde piensas llegar?
- Hasta el final y el principio y el fondo de un mar infestado de estrellas.
- Si es así, ven, pasa, no te quedes en la puerta esperando. Me gustan las opciones radicales.

Inmortales


Este niño rubio, con pajarita roja y pinta de pardillo, que camina de un planeta a otro sin rumbo fijo, inspiró a los dueños de un restaurante de Londres, que lleva, o al menos llevaba, su nombre: "El principito".

Yo fui una vez allí, hace 14 años, con un hombre de ojos verdes que no creía en las flores ni en las estrellas, pero sí en el amor. Aunque el padre intelectual del niño (Saint Exupery) se cayó de un avión en mitad de una vida muy corta, parece que el crío es inmortal.

El hombre de ojos verdes, en cambio, ha aprendido a disfrutar de las flores y las estrellas con el paso del tiempo, pero ya no cree en el amor. Ojalá los relatos lunares de este blog o de cualquier otro le hagan cambiar de idea.

Llegadas y salidas

- ¿Quién llega?
- El otoño, aunque no parezca, las escapadas de fin de semana, las botas altas, los calcetines, el tráfico, los niños de uniforme, la sensación de comienzo, los domingos por la tarde en el suelo del salón, tumbada.
- ¿Quién se va?
- El agua, la piscina, las terrazas, las noches semidesnudas frente a la luna llena, los reencuentros de piel morena a piel quemada por el sol. El calor.
- ¿Nos gusta el otoño?
- Nos gusta el presente, aquí y ahora.

Llegadas

- Cuéntame.
- No tengo nada que contarte.
- Algo habrás hecho, algo habrás aprendido, en algo habrás estado metida todos estos meses.
- He estado en muchos lugares, he conocido gente y he sido muy feliz, pero ahora todo eso se me ha olvidado.
- ¿Cómo puede ser?
- ¿No lo hueles? Ya llega el invierno.

Estrellas

El camión de la basura se paró en el cruce de las calles Antracita y Bronce. Ya habían dado las dos de la mañana y la noche era fría y sin luna, las nubes se escurrían en la oscuridad como si el cielo fuese un enorme desagüe, el desagüe del mundo. Las luces de las ventanas permanecían apagadas y el viento arrastraba la arena de las obras cercanas, de los edificios construidos sólo a medias en tiempos de bonanza económica. El conductor del camión se bajó, encendió un cigarro y se adentró en el parque cercano, al lado del Planetario. El vehículo todavía en marcha descargó una tonelada de estrellas. "Mariposas de luz", pensó Luna desde su cama-cuna, en los brazos de la madre. "Estrellas fugaces", me dije yo.