martes, 7 de abril de 2009

Un paso de gigante

- Me gustaría decirte una cosa en este mismo momento, en la cama, siete de la mañana y el trabajo esperándome al otro lado de la ciudad. Tú que te vas al fin del mundo dentro de tan pocos días. A pesar de que no nos conocemos, aunque quizás nos hayamos intuido mutua y equivocadamente.
- ¿Qué me querés decir?
- Que hay una línea ética muy fina entre acostarse con alguien, besarle, decirle cosas lindas, cambiarle la bombilla de la lámpara y añadir que en los próximos muchos, muchísimos años, no estás preparado para una relación.
- ¿Por qué? Así está todo claro desde el principio, nunca te he mentido, y todo lo lindo que te dije, lo sentía.
- Es cierto, pero me gustaría que, la próxima vez, con la próxima mujer, visto que el fin del mundo queda muy lejos de aquí, dieses un paso de gigante.
- ¿De gigante?
- Un paso lunar, más bien. Pequeño para el hombre, inmenso para la humanidad.
- Decíme.
- Me gustaría que pasases de la sinceridad a la generosidad.
- ¿Qué querés decir?
- Que cuando te topes de nuevo con una mujer linda y sensible y con ganas de enamorarse, y con muchas posibilidades de tener ganas de enamorarse de ti, además de todo, en lugar de convertirla en un cuento o en un romance, en lugar de ser sinceramente sincero en tus intenciones de no compromiso, te pares a pensar en ella. Leas detrás de sus palabras, toques con la punta de los dedos su corazón, averigües sus intenciones, le acaricies la piel de otra manera. Y si crees que las expectativas están en la puerta de sus labios, te pido que te pares en mitad del camino y no avances.
- ¿Y dejar que pase ese momento, esos días, una noche, una posibilidad?
- Lo sé. Es difícil detenerse ante un callejón sin salida, sobre todo si al final espera el deseo. Pero los pasos de gigante están cargados de luna.

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