lunes, 27 de abril de 2009

Presagios

Laura tenía la melodía en la cabeza desde hacía años. Desde hacía años la buscaba. Sabía que estaba asociada a una película, a una historia que le había impresionado en un cine a principios de los años 90. Sabía que había drama y erotismo, asociaba las notas a una pareja enlazada al borde del abismo. Eran sus únicas pistas. Primero pensó que tal vez se trataba de “Herida”, de Louis Malle, pero cuando por fin la consiguió en vídeo, decepción. Se había equivocado. Después recordó “El amante”, con la voz grave de Marguerite Duras: "A los 18 años ya era demasiado tarde". Las calles de Saigón y el sabor decadente de Indochina. Tampoco. Finalmente desistió. Durante años asoció aquellas notas al desamor, sin saber qué fibra de su subconsciente había quedado contaminada. Ni por qué imagen.

Hace diez días Laura compró el periódico un domingo por la mañana. Regalaban una película, “El cielo protector”. De pronto recordó, le vino a la memoria el día en el que fue al cine y se sentó con su novio, 16 años, en una sala de la Ciudad del Norte. Fue la primera vez que un chico la besó en la oscuridad. Fue la primera vez que reconoció el deseo físico en su cuerpo. Habían pasado 19 años desde aquella tarde.

Cuando introdujo la cinta en el DVD, allí estaba. La música, el drama, el erotismo y el adiós. Se dio cuenta de que la ruptura más dolorosa de su vida, muchos años después de la Ciudad del Norte, había sonado de la misma desgarradora manera. Malkovich y Debra Winger hacen el amor al borde de un precipicio, cerca de Tánger. Hablan del cielo protector y de que más allá se extiende lo desconocido. Y del tiempo limitado. Y del que parece infinito. Justo antes de algo terrible. Laura comprendió que la película fue un presagio que no supo interpretar, que se grabó en su memoria en forma de música para que no olvidase.

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