lunes, 9 de marzo de 2009

Pan de uvas

Tenía 68 años y llevaba cinco sobreviviendo a la muerte. Después de un transplante de médula durísimo, el cáncer remitió y ella pudo asistir a la boda de su hija pequeña, en Londres, le enseñó a su nieto Lázaro el sabor y la textura de la fruta, viajó a Europa y recorrió el Mediterráneo, celebró cinco navidades y cinco nocheviejas. Tenía 68 años cuando el médico la miró directamente a los ojos por segunda vez. “Ha vuelto la enfermedad”. “¿Y qué va a hacer esta vez para salvarme, Doctor Fregato?”. “Ya te dije, Luz María, que este cáncer no se cura, que estos cinco años han sido un maravilloso regalo de la vida. Ahora te toca resignarte”. Luz María no lloró ni se derrumbó. Recogió su enorme bolso negro lleno de cachivaches, salió a la calle soleada de primavera, llamó a su hermana preferida, y le explicó la situación. “Vente rápido a casa y cómprame ese pan de uvas que tanto nos gustaba a ti y a mí cuando éramos solteras. Vamos a darnos un homenaje. Y no llores porque todavía no estoy preparada para morir”. Mi padre piensa que Luz María tiene un caso grave de instinto de supervivencia, de optimismo tan alejado de la realidad como los cuentos de hadas. Pero yo creo en la voluntad y en la fe, y auguro 5 años más de bodas, viajes y vino blanco en las cenas de Navidad. Y princesas dormidas y príncipes con vocación de salvadores. Os mantendré informados.

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